El término “proteccionismo” ha suscitado un gran debate en círculos políticos y en los medios generalistas. Los nuevos gobernantes se inclinan cada vez más por aplicar políticas con un claro sesgo “casero” y están adoptando una visión más crítica sobre el desarrollo de la globalización, que ha definido los últimos 50 años. Si las nuevas políticas proteccionistas cuajan en todo el mundo, ¿a qué riesgos se enfrentan los inversores en renta fija y cómo deberían posicionarse las carteras?
En opinión de Peter Khan y Andrea Iannelli, gestor de fondos y director de inversiones de Fidelity, las medidas que restringen el comercio están pensadas para favorecer a los productores nacionales de bienes y servicios, en detrimento de los competidores extranjeros, imponiendo barreras de entrada al mercado interno. Estas barreras generalmente adoptan la forma de derechos, impuestos y un tratamiento reglamentario menos favorable a las importaciones y los productores foráneos. «El efecto inmediato y más visible de las políticas proteccionistas es una mayor inflación, ya que los impuestos sobre las importaciones se repercuten en los consumidores. Eso es lo que ocurre precisamente en el interconectado mundo actual. Las cadenas de producción se extienden por varios países y cualquier producto generalmente es fruto del montaje de varios componentes elaborados en países como China, Japón, México, Vietnam y otros centros de fabricación» argumentan los expertos.
Además, como el proteccionismo generalmente está asociado con un aumento del nacionalismo y unas políticas de inmigración más restrictivas, este fenómeno puede provocar escasez de mano de obra cualificada y no cualificada en economías que han alcanzado el pleno empleo. Este hecho empujará al alza tanto los salarios como los precios. En última instancia, el descenso del comercio mundial trae consigo menores tasas de crecimiento económico. El resultado de lo anterior podría ser la estanflación (crecimiento negativo e inflación elevada), que es un fenómeno indeseable para la mayoría de los inversores, especialmente aquellos cuyas carteras están orientadas hacia clases de activos cíclicas y vinculadas al crecimiento.
¿Cómo prevenir el proteccionismo como inversor?
En su análisis, Khan y Iannelli, afirman que no toda la deuda pública nominal se comportará de la misma forma si el comercio mundial se estanca. En este sentido, creen que «cada economía reacciona de una forma al aumento de las barreras comerciales. La respuesta de una economía a las barreras comerciales determina las acciones posteriores de su banco central y, a su vez, la evolución de la deuda que emite». Los países donde las exportaciones tienen mucho peso sufrirán un descenso en su principal fuente de crecimiento y probablemente vean cómo descienden sus perspectivas de crecimiento nominal (y los rendimientos nominales). Los bancos centrales de estos países tendrán que flexibilizar la política monetaria para apoyar el crecimiento, una acción que es favorable para los mercados de renta fija de estos países.
Del mismo modo, los rendimientos subirán en aquellos países cuyos aranceles aumenten más. Dicho brevemente: los inversores no deberían fijarse únicamente en la duración de la deuda pública en general, sino también en los países y regiones donde tienen su exposición a esa duración.
La segunda razón que apuntan para no rechazar de plano la duración es la baja o nula correlación de la renta fija con la renta variable. «Las bolsas y la estanflación no se llevan bien, ya que la caída del crecimiento mundial lastra los beneficios empresariales. Algunas áreas de la bolsa seguirán registrando un mejor comportamiento que otras en un mundo proteccionista», afirman.
Sin embargo, se muestran convencidos de que la renta fija puede funcionar bien como “póliza de seguros” dentro de una cartera mixta reduciendo la volatilidad general y dando uniformidad a las rentabilidades. Dentro de la renta fija, los inversores también deberían tener en cuenta los bonos indexados a la inflación como forma de diversificar el riesgo de tipos de interés y, al mismo tiempo, de mantener una correlación baja con las acciones.
Otra sugerencia es dejar de ver el mundo como un universo claramente dividido entre mercados desarrollados y emergentes. En principio, uno podría sentirse tentado a pensar que las políticas proteccionistas serán negativas para todos los mercados emergentes, dado que estos países suelen estar muy bien integrados en las cadenas internacionales de producción. Pero no ocurre así en todos los países emergentes. Del mismo modo, entre los mercados desarrollados hay países que van a verse más perjudicados que otros por la caída de los intercambios comerciales y el encarecimiento de los precios.
Habría que estudiar cada país por separado
Los inversores deberían preferir los países con sólidas tendencias demográficas, que sean independientes en lo que respecta a la demanda final y que no dependan demasiado de los flujos mundiales de comercio y capitales para apoyar y financiar el crecimiento. Brasil es un ejemplo de país que reúne muchas de estas características, a pesar de los problemas políticos recientes.
Aunque Brasil sigue provocando todavía un amplio rechazo desde el punto de vista del riesgo, debería estar mejor colocado que la mayoría de países para capear una tormenta proteccionista en toda regla. Por otro lado, las economías abiertas que ya se mueven en el pleno empleo y dependen de los capitales y recursos del exterior, como el Reino Unido, serían más sensibles a un giro generalizado hacia el proteccionismo.